Las Montañas más altas son conquistadas por aquellos que tienen fe en Dios

En mi caminar con Cristo, he aprendido que las montañas más altas no se conquistan solo con fuerza física o habilidad, sino con una fe inquebrantable en Dios. Recuerdo momentos en mi vida donde los desafíos parecían insuperables, donde las cumbres se alzaban tan altas y empinadas que parecía imposible alcanzarlas. Sin embargo, en esos momentos, mi fe en Dios fue la cuerda y el ancla que me sostuvo.

Cada montaña que he enfrentado me ha enseñado algo valioso: cuando confío plenamente en Dios, descubro una fuerza y un valor que trascienden mis propias capacidades. Es en la quietud de la oración y en la meditación de Su palabra donde encuentro el aliento y la guía necesarios para seguir adelante. He aprendido que no se trata solo de la altura de la montaña, sino del tamaño de mi fe.

Dios ha sido mi guía, mostrando el camino a seguir, incluso cuando el sendero parecía oculto. Ha puesto en mi corazón la certeza de que con Él todas las cosas son posibles. Las palabras de Jesús en Marcos 9:23 resuenan en mi mente: “Jesús le dijo: —¿Cómo que “si puedes”? ¡Todo es posible para el que cree!.”

La fe no elimina las montañas, pero me da la fuerza y la perseverancia para escalarlas. Cada paso, cada tropiezo, y cada victoria es una prueba de que con Dios a mi lado, no hay desafío demasiado grande. Dios me ha enseñado que las cimas más altas son alcanzadas no por aquellos que dependen únicamente de su propia fuerza, sino por aquellos que se apoyan en su infinita gracia y poder.

Así, continúo mi viaje en esta vida con la que Dios me ha bendecido, confiando en que Él me dará lo necesario para conquistar cada nueva montaña que se presente. Porque sé que con fe, todo es posible, y las alturas más inaccesibles se vuelven alcanzables bajo la guía del Señor.

Salvemos una vida hoy compartiendo la Palabra de Dios